28 de agosto de 2016

Un cuento jasídico

El rabino Menajem Mendel de Rimanov notó que las hogazas de pan que se horneaban en su casa para los pobres eran más pequeñas que lo habitual. Cuando preguntó el motivo, le explicaron:
"Es que subió el precio de la harina en el mercado".
"El pan debe hacerse", sentenció el rabino, "según el hambre de los pobres y no de acuerdo al precio de la harina".
A partir de entonces, las hogazas recuperaron su tamaño anterior.
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13 de marzo de 2016

El teatro: la vida en la Tierra.

¿Para qué sirve el teatro? Pregunta mal formulada, cuestión que carece absolutamente de sentido.
El teatro no "sirve". No sirve a nada ni a nadie.
El teatro no es sirviente y mucho menos esclavo de ninguna idea, ni de ninguna persona que quiera utilizarlo para sí, sea cual fuere ese objetivo.
El teatro no es un instrumento o una herramienta para alguna finalidad.
El teatro es un fin en sí mismo.
El teatro es una expresión máxima de la condición humana.
La vida en la Tierra no puede concebirse sin teatro, aun cuando quienes asistan al teatro sean una minoría.
El teatro es precisamente esa vida en la Tierra.


HLD.

17 de enero de 2016

Jorge Luis Borges: Historia de los dos que soñaron.

Cuentan hombres dignos de fe que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió menos la casa de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan.

Trabajó tanto que el sueño lo rindió una noche debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño un hombre empapado que se sacó de la boca una moneda de oro y le dijo: "Tu fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla". A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros del desierto, de las naves, de los piratas, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres.

Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una casa y por decreto de Alá Todopoderoso, una pandilla de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que dormían se despertaron con el estruendo de los ladrones y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea.

El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo y le menudearon tales azotes con varas de bambú que estuvo cerca de la muerte. A los dos días recobró el sentido en la cárcel. El capitán lo mandó buscar y le dijo: "¿Quién eres y cuál es tu patria?" El otro declaró: "Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Mohamed El Magrebí". El Capitán le preguntó: "¿Qué te trajo a Persia?" El otro optó por la verdad y le dijo: "Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que esa fortuna que prometió deben ser los azotes que tan generosamente me diste".

Ante semejantes palabras, el capitán se rió hasta descubrir las muelas del juicio y acabó por decrile: "Hombre desatinado y crédulo, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín, y en el jardín un reloj de sol y después del reloj de sol una higuera y luego de la higuera una fuente, y bajo la fuente un tesoro. No he dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, engendro de mula con un demonio, has ido errando de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño. Que no te vuelva a ver en Isfaján. Toma estas monedas y vete."

El hombre las tomó y regresó a su patria. Debajo de la fuente de su jardín (que era la del sueño del capitán) desenterró el tesoro. Así Alá le dio bendición y lo recompensó.


La imagen de hoy: "La quinta plaga de Egipto", de Turner.