8 de diciembre de 2012

Una anécdota de Jean Cocteau





"En una entrevista que le hicieran en 1959 (para la revista París Review), el escritor Jean Cocteau es exhortado a hablar de las muchas personalidades luego famosas a las que conoció a comienzos de siglo. Allí dice:
'¿Conoce quizás la obra
del pintor Domergue? Chicas alargadas, pintura para almanaques, me temo. El pintor tenía en esos días un domestique: una especie de "doncella" que se ocupaba de tender las camas y de llenar con carbón los cubos. En la época nos reuníamos en el Café Rotonde. Y un hombre bajito con frente abultada y una barbita en punta venía a veces allí a tomarse una copa y escucharnos hablar. Ese era el domestique de Domergue y no tenía dinero. Una vez le preguntamos (nunca hablaba, sólo escuchaba) qué era lo que hacía. Nos contestó que quería derrocar al gobierno de Rusia. Todos nos reímos, porque desde luego también queríamos lo mismo. ¡En esa época vivíamos! Era Lenin'".

Homero Alsina Thevenet: "Una enciclopedia de datos inútiles.

26 de octubre de 2012

La imagen de hoy: "La letra con sangre entra", de Goya.


CUADERNO INFANCIA 62.

Tengo todavía la edad como para seguir creyendo en los reyes magos. Es la noche del cinco de enero y los reyes van a venir dentro de pocas horas. Acompaño a papá hasta la casa de la abuela Sofía, su madre, que vive a menos de una cuadra, en la esquina de Morón y Emilio Lamarca. Yo cuento los minutos que faltan para que comience por fin la noche de reyes. Quiero volver a casa e irme a dormir cuanto antes para despertarme temprano y abrir los regalos. Cuando salimos de lo de la abuela, de la mano de papá, miro desde esa misma esquina la calle desierta en la noche. Un vértigo me invade, la felicidad de que una vez más van a venir los reyes, sí, pero también la posibilidad de que se adelanten justo en ese momento y los encontremos antes de llegar a casa. Esta visión tan improbable me genera un espanto feliz. La soledad de la calle, el silencio que parece vibrar en el aire de verano, los adoquines del empedrado que reflejan la escasa luz de los faroles, el trayecto de menos de cien metros que hay que recorrer me generan una excitación que hacen que ese paisaje nocturno no se me borre nunca.

16 de octubre de 2012

La imagen de hoy: "Saturno devorando a uno de sus hijos", de Goya.


EL ECLIPSE. De Augusto Monterroso


Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

22 de septiembre de 2012

La imagen de hoy: "Dada Siegt", de Hausmann

Añadir leyenda

Federico García Lorca: "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías": "La sangre derramada".





Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par,
caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras

¡Que no quiero verla¡

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.

No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes,
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada,
ni corazón tan de veras.
Como un rio de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué gran serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.

!Que no quiero verla!

Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.

!Yo no quiero verla!

29 de agosto de 2012

La imagen de hoy: David, vencedor de Goliath, de Caravaggio.


CUADERNO INFANCIA 61


Tengo unos diez u once años y es la semana de Pesaj. Yo sé muy bien lo que significa porque estoy en el colegio Maimónides y he aprendido algunas cosas de religión judía, sobre todo lo que se refiere a esta festividad en particular. En Pesaj no se puede comer durante una semana ni pan ni ningún alimento que contenga trigo, pero en mi casa no sólo no se realiza el rito, el cual incluye también oraciones especialmente indicadas para esta fiesta, sino que se come lo mismo de siempre, sin respetar ningún tipo de prohibición. En otras palabras, en mi casa se come pan como todos los días. Durante la semana que dura Pesaj no tenemos de la fiesta más que una memoria lejana, vaga.
Sin embargo, una de esas noches de esa semana, en mi casa hemos terminado de comer pero todavía los platos siguen sobre la mesa. De pronto, y sin que ni un solo ruido haya anunciado su presencia, se abre la puerta e irrumpe la abuela Sofìa, una mujer de pelo gris, muy baja y muy enérgica. La abuela no sólo sigue los ritos sino que está convencida de que nosotros también los respetamos. De inmediato se suceden en la mesa una cantidad de gestos apresurados para tapar cualquier vestigio de pan que haya quedado sobre la mesa. Puedo recordar a papá cubriendo con una cáscara de banana las migas de pan que quedaron sobre el mantel . El hecho de que esté toda la familia confabulada para llevar adelante un ocultamiento y sobre todo verlo a papá en situación de tener que disimular alguna acción incorrecta delante de su madre, me provocan carcajadas que no puedo reprimir ni siquiera después que la abuela ya ha terminado su visita inesperada y papá grita porque no pusieron el cuidado necesario y cerraron la puerta de entrada con llave.


25 de julio de 2012

Faulkner: La responsabilidad del escritor.

"Noventa y nueve por ciento de talento... Noventa y nueve por ciento de disciplina... Noventa y nueve por ciento de trabajo. Nunca hay que estar satisfecho con lo que se hace. Nunca es tan bueno como podría serlo. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que es posible hacer. No hay que preocuparse simplemente por ser mejor que los contemporáneos o que los predecesores. Hay que tratar de ser mejor que uno mismo. Un artista es una criatura impulsada por los demonios. Nunca sabe por qué lo eligieron a él y suele estar demasiado ocupado como para preguntárselo. Es completamente amoral en el sentido de que puede llegar a robar, a pedir prestado o a mendigar ante cualquiera para poder hacer su obra.(...) La única responsabilidad del escritor es hacia su arte. Será completamente despiadado si es buen escritor. Tiene un sueño. Lo angustia tanto que debe librarse de él. No tiene paz hasta que lo logra. Todo lo demás se arroja por la borda: el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad, la felicidad, todo para que el libro se escriba". William Faulkner, entrevistado por Jean Stein, para París Review, 1956.

La imagen de hoy: "Metropolis", de Grosz.


10 de julio de 2012

"Continuidad de los parques", de Julio Cortázar.


Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
    Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

De Final del juego, Alfaguara, 1996.

9 de julio de 2012

La imagen de hoy: "Desnudo leyendo", de Prinet.


La salamandra



Los actores se ubican en escena en segundo plano. La narradora ocupa el centro y se dispone a relatar.


NARRADORA
Desde hace muchos días
Un frío impiadoso castiga
Las ciudades y los pueblos.
Una pequeña cabaña
Alejada de los pueblos y las ciudades
Apenas logra conservar cierta calidez
Gracias a una salamandra de hierro
Que se alimenta con carbón.
Los vidrios de las ventanas
Están totalmente empañados
Por el calor que proviene de esa estufa.

EL
Desde hace muchos días
Lo único que me importa
Es como mantener el fuego encendido,
Dónde encontrar la materia para alimentarlo.
El carbón se acabó hace rato
Y ahora tengo que utilizar
Cualquier cosa que encuentre.

ELLA
Yo lo ayudé a romper
Los muebles de la cabaña
Para mantener el fuego encendido.

NARRADORA
Podrían salir a buscar leña,
Pero tendrían que caminar
Más de cincuenta quilómetros
En el frío.
Probablemente morirían.
O los arrestarían.

ELLA
Desde hace quince días
Esperamos el rescate.

EL
Quince días es mucho tiempo
Pero nuestros socios no nos van a fallar.

NARRADORA
Cada minuto que pasa los acorrala más,
Les anuncia la inminencia de la muerte
Por congelamiento.
Saben que no pueden permitir
Que la salamandra se apague
Porque quizás no logren encenderla
Otra vez.

ELLA
Hace tiempo que no dormimos juntos
Hace tiempo que nos turnamos para dormir.
Uno duerme y el otro cuida
Que el fuego no se apague.

EL
Ya quemamos todo lo que encontramos.
Es poco lo que nos queda.

NARRADORA
A unos ocho quilómetros
El viejo auto de ella
Soporta una y otra capa de nieve.
Consumió la última gota de nafta
Y se detuvo allí, en una carretera
Oculta por árboles altos y frondosos.
Luego de una caminata desesperada
En medio de la nieve y el frío,
Los dos llegaron hasta la cabaña
Gracias al mapa.

EL
El mapa que yo insistí en conservar.

ELLA
Habíamos dejado el mapa en el auto.
El insistió en volver.
Yo no quería.
Habíamos caminado demasiado.
Si no hubiese sido por él.
Jamás habríamos llegado.
El es así, siempre logra
Conservar la calma.

EL
Ya quemamos todas las sillas
Un sillón viejo, la mesa,
Todos los muebles de la cocina.
Las camas y los armarios enteros.
Vaciamos la casa.

ELLA
Todo se consumió mucho más rápido
De lo que esperábamos.
Todavía tenemos paquetes de fideos,
De azúcar.
Cajas de té, latas de conserva.
Todavía tenemos comida para un mes.
En un mes ya no vamos a tener nieve.

EL
Podríamos romper la puerta
O el marco de las ventanas.
Pero eso sería como vivir a la intemperie.

NARRADORA
Hasta ayer les quedaba nada más
Que el maletín de cuero negro
Con el dinero robado.
Una suma enorme que consiguieron
Después de cumplir con todo detalle
El plan del asalto al banco del pueblo.
El pueblo que está como a cien quilómetros
De esa cabaña.
O tal vez más.

EL
Decidí romper el maletín
Y usar también los pedazos
Para alimentar el fuego.

ELLA
Entonces quedaron todos esos fajos de billetes
Que en el suelo parecían desnudos,
Insignificantes, obscenos.
Iluminados por la luz sucia
Que el crepúsculo anunciaba
A través de la ventana.
Yo los vi y no pude evitar
La idea de que esos fajos que estaban ahí,
(En la tierra húmeda que nos quedó
Después que quemamos el piso de madera),
Esos mismos fajos llevaban una maldición
Que nos aisló en esta cabaña
Y definió nuestros destinos.
Esa misma idea me impulsó a tomar un fajo
Y meterlo en la salamandra,
Como un aporte más
A la conservación del fuego.

EL
No. No. No. No. No.
Estás loca.
No, no, no, no, no.

ELLA
Para responderle
Tomé otro fajo y también
Lo tiré dentro de la salamandra.

EL
La tomé del brazo.
Por primera vez
Estuve a punto de pegarle.

ELLA
Sí estuvo a punto de pegarme
Pero no tuve miedo.
Eché atrás mi cabeza
Y me quedé mirándolo.
Por primera vez hablé ese día.
Nos vamos a morir.

EL
Quise convencerla de que
El auto iba a venir.
Seguramente esa misma noche
O a la mañana siguiente.

ELLA
Pasó toda la noche
Pasó toda la mañana
Y lo único que quedaba para quemar
Era un almohadón viejo
Que él encontró en el baño.
El almohadón y los billetes.
Cuando puso el almohadón
Fijó sin querer la vista en los billetes.
Me miró.

EL
La miré.
Ella tenía los ojos perdidos
A través del vidrio de la ventana.
El reflejo gris del mediodía sin sol
Le daba un aspecto angustioso.
Entonces, sin preguntarle nada,
Sin dirigirle siquiera la palabra,
Tomé uno a uno los fajos de billetes
Y los puse en la salamandra.
Ella sabía lo que yo estaba haciendo,
Pero no quería girar la cabeza,
La vista fija en la ventana.
Cuando el último de los billetes ardía,
Me pasé las manos por el pantalón
Y caminé hasta ubicarme junto a ella,
Las dos narices casi pegadas al vidrio de la ventana.

NARRADORA
Imposible saber cuánto tiempo
Estuvieron en ese mismo lugar, estáticos,
Sin atreverse a pronunciar palabra.
El silencio sólo se desgarró
Cuando él dijo
“Ahí vienen, ahí vienen a buscarnos”.
Ella no tuvo coraje para señalarle
Que la carretera estaba tan vacía como siempre.
No tuvo coraje para decirle que el auto
Nunca iba a llegar.


"La salamandra" es una de las siete obras breves que componen "Dinero. Heptalogía" de Héctor Levy-Daniel. "Dinero. Heptalogía" fue estrenada bajo la dirección del autor y de Clara Pizarro en el teatro Patio de Actores el 29 de mayo de 2010. El elenco estuvo compuesto por Anahí Martella, Jessica Schultz, Enrique Papatino, Pablo Vascello, Graciela Clusó y Giselle Lousek.

Fotos de colección 3: Ernesto Guevara en la Facultad de Medicina.


15 de junio de 2012

Karl Marx: "Tesis sobre Feuerbach".


[I] El defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluido el de Feuerbach- es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal. Feuerbach quiere objetos sensoriales, realmente distintos de los objetos conceptuales; pero tampoco él concibe la propia actividad humana como una actividad objetiva. Por eso, en La esencia del cristianismo sólo considera la actitud teórica como la auténticamente humana, mientras que concibe y fija la práctica sólo en su forma suciamente judaica de manifestarse. Por tanto, no comprende la importancia de la actuación "revolucionaria", "práctico-crítica".

[II] El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico.

[III] La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así, por ej., en Robert Owen). La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.

[IV] Feuerbach arranca de la autoenajenación religiosa, del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso, imaginario, y otro real. Su cometido consiste en disolver el mundo religioso, reduciéndolo a su base terrenal. No advierte que, después de realizada esta labor, queda por hacer lo principal. En efecto, el que la base terrenal se separe de sí misma y se plasme en las nubes como reino independiente, sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de esta base terrenal consigo misma. Por tanto, lo primero que hay que hacer es comprender ésta en su contradicción y luego revolucionarla prácticamente eliminando la contradicción. Por consiguiente, después de descubrir, v. gr., en la familia terrenal el secreto de la sagrada familia, hay que criticar teóricamente y revolucionar prácticamente aquélla.

[V] Feuerbach, no contento con el pensamiento abstracto, apela a la contemplación sensorial; pero no concibe la sensoriedad como una actividad sensorial humana práctica.

[VI] Feuerbach diluye la esencia religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales. Feuerbach, que no se ocupa de la crítica de esta esencia real, se ve, por tanto, obligado: A hacer abstracción de la trayectoria histórica, enfocando para sí el sentimiento religioso (Gemüt) y presuponiendo un individuo humano abstracto, aislado. En él, la esencia humana sólo puede concebirse como "género", como una generalidad interna, muda, que se limita a unir naturalmente los muchos individuos.

[VII] Feuerbach no ve, por tanto, que el "sentimiento religioso" es también un producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece, en realidad, a una determinada forma de sociedad.

[VIII] La vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica.

[IX] A lo que mas llega el materialismo contemplativo, es decir, el materialismo que no concibe la sensoriedad como actividad práctica, es a contemplar a los distintos individuos dentro de la "sociedad civil".

[X] El punto de vista del antiguo materialismo es la sociedad "civil; el del nuevo materialismo, la sociedad humana o la humanidad socializada.

[XI] Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

La imagen de hoy: "Desnudo sobre tela de color", de Schiele.


30 de mayo de 2012

Cadáveres, de Néstor Perlongher

 

                                                                                                                                             A Flores



Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres

En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres

En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres

En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres

En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja
         por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas
En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
En el garrapiñiero que se empana
En la pana, en la paja, ahí
Hay Cadáveres

Precisamente ahí, y en esa richa
de la que deshilacha, y
en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y
en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
en la que no se dice que se sepa...
Hay Cadáveres

Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía disimuladamente, al
         espejuelo, en la
correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas
arriba de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin
embargo, en esa c... que, cómo se escribía? c. .. de qué?, mas, Con
         Todo
Sobretodo
Hay Cadáveres

En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la 
menea de la que se lagarta en esa yedra, inerme en el
 
despanzurrar de la que no se abriga, apenas, sino con un
 
saquito, y en potiche de saquitos, y figurines anteriores, modas
 
pasadas como mejas muertas de las que
 
Hay Cadáveres

Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano: 
en la colilla de los pantalones que se enchastran, símilmente;
en el ribete de la cola del tapado de seda de la novia, que no se casa
 
                           porque su novio ha
….........................!
Hay Cadáveres

En ese golpe bajo, en la bajez
de esa mofleta, en el disfraz
ambiguo de ese buitre, la zeta de
 
esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
 
Hay Cadáveres

Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las
         campesinas
 
agasajan sus fiolos, en los
fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como a
         escondidas, con la bombacha llena; en la
 
humedad de esas bolsitas, bolas, que se apisonan al movimiento de
         los de
 
Hay Cadáveres

Parece remanido: en la manea 
de esos gauchos, en el pelaje de
 
esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo
 
de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz
 
Hay Cadáveres

Ay, en el quejido de esa corista que vendía "estrellas federales"
Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos,
Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con
 
una botella de whisky "Russo" llena de vidrio en los breteles, en ésos,
tan delgados,
 
Hay Cadáveres

En la finura de la modistilla que atara cintas do un buraco hubiere 
En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza
 
las uñas salitrosas, en las mismas
 
cutículas que ella abre, como en una toilette; en el tocador, tan
 
...indeciso..., que
 
clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y
en los cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza
 
         que se derrumba, oui
 
Hay Cadáveres

Yes, en el estuche de alcanfor del precho de esa 
¡bonita profesora!
 
Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita profesora! traza el rescoldo
        de ese incienso;
 
Da, en la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón
atravesado por un aro, enagua, en
 
Ya
Hay Cadáveres

En eso que empuja 
lo que se atraganta,
 
En eso que traga
 
lo que emputarra,
 
En eso que amputa
 
lo que empala,
 
En eso que ¡puta!
 
Hay Cadáveres

Ya no se puede sostener: el mango 
de la pala que clava en la tierra su rosario de musgos,
 
el rosario
 
de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava,
 
la corriente
 
que sujeta a los juncos el pichido – tin, tin... – del son-
ajero, en el gargajo que se esputa...
Hay Cadáveres


En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también 
glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición
 
porque guarda una orla de caca; en el escupitajo
 
que se estampa como sobre en un pijo,
en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de
 
         la hormiga,
 
Hay Cadáveres


En la conchita de las pendejas
En el pitín de un gladiador sureño, sueño
En el florín de un perdulario que se emparrala, en unas
brechas, en el sudario del cliente
 
que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo,
 
en el polvo
Hay Cadáveres


En el desierto de los consultorios
En la polvareda de los divanes "inconcientes"
 
En lo incesante de ese trámite, de ese "proceso" en hospitales
 
donde el muerto circula, en los pasillos
 
donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios,
en los huecos
 
de los escaparates de cristal de orquesta donde los cirujanos
 
se travisten de ''hombre drapeado",
 
laz zarigueyaz de dezhechoz, donde tatúase, o tajéase (o paladea)
 
un paladar, en tornos
 
Hay Cadáveres

En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de
esmeraldas, canutos, en las alforzas de ese
 
bies que ciñe – algo demás – esos corpiños, en el azul Iunado del cabe-
llo, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en el
 
reclinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños...
Hay Cadáveres


En esas circunstancias, cuando la madre se 
lava los platos, el hijo los pies, el padre el cinto, la
 
hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que
 
va “creciente”, o
 
Hay Cadáveres


Ya no se puede enumerar: en la pequeña “riela” de ceniza 
que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum…),o por
 
los haras, eh, harás de cuenta de que no
 
Hay Cadáveres


Cuando el caballo pisa
los embonchados pólderes,
empenachado se hunde
en los forrajes;
cuando la golondrina, tera tera,
vola en circuitos, como un gallo, o cuando la bondiola
como una sierpe “leche de cobra” se
disipa,
los miradores llegan todos a la siguiente
conclusión:
Hay Cadáveres


Cuando los extranjeros, como crápulas, ("se les ha volado la 
papisa, y la manotean a dos cuerpos"), cómplices,
 
arrodíllanse (de) bajo la estatua de una muerta,
 
y ella es devaluada!
 
Hay Cadáveres


Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano,
ya no pueden, el peso de un carajo, el pis de un
 
''palo borracho", la estirpe real de una azalea que ha florecido
 
roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje
 
la troncha, calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo
 
contra una parecita, y a horcajadas, chorrea, y
Hay Cadáveres


Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el su-
ceso de su pica, más
 
atornilla esa clava, cuando "mecha"
 
en el pistilo de esa carroña el peristilo de una carroza
 
chueca, cuando la va dándola vuelta
 
para que rase todos.. . los lunares, o
 
Sitios,
Hay Cadáveres


Verrufas, alforranas (de teflón), macarios muermos: cuando sin...
acribilla, acrisola, ángeles miriados' de peces espadas, mirtas
 
acneicas, o sólo adolescentes, doloridas del
 
dedo de un puntapié en las várices, torreja
 
de ubre, percal crispado, romo clít ...
 
Hay Cadáveres


En el país donde se yuga el molinero
En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado,
y donde todas las Ocupaciones tienen nombre….
En las regiones donde una piruja voltèa su zorrito de banlon,
la huelen desde lejos, desde antaño
 
Hay Cadáveres


En la provincia donde no se dice la verdad 
En los locales donde no se cuenta una mentira
 
–Esto no sale de acá–
 
En los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en
      la bragueta del que orina-esto no va a parar aquí -, contra los
 
azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y
 
Esmeraldas,
 
Hay Cadáveres


Y se convierte inmediatamente en La Cautiva,
los caciques le hacen un enema,
 
le abren el c... para sacarle el chico,
el marido se queda con la nena,
 
pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada
         de un camarín donde...
Hay Cadáveres


Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella 
era una oveja hecha rabona, donde la perra
 
lo cagó, donde la puerca
dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos
 
almizclados, lo sedujo,
Hay Cadáveres


Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre 
un bombachón de muñequera como en
 
un cáliz borboteante - los retazos
 
de argolla flotaban en la "Solución Humectante" (método agua por
 
         agua),
 
ella se lo tenía que contar
Hay Cadáveres


El feto, criándose en un arroyuelo ratonil,
La abuela, afeitándose en un bols de lavandina,
La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento,
La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados
Hay Cadáveres


La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas 
La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una "calada"
 
El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos
 
Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape de
 
         una Kombi,
 
Hay Cadáveres


La despeinada, cuyo rodete se ha raído
por culpa de tanto "rayito de sol", tanto "clarito";
 
La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo;
La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de un taxi;
La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse
 
para no ver lo que veía:
 
Hay Cadáveres


La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un 
         buen punto;
 
la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien
 
        discreto que no mostrara nada
 
– y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase –;
 
la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse
         táctilmente en los telares-y daba esa textura acompasada...
                                    lila...
La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas
 
Hay Cadáveres


La que hace años que no ve una pija 
La que se la imagina, como aterciopelada, en una cuna (o cuña)
 
Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta
 
         donde los
 
vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le
tomaron los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una
 
         profesora…)
 
Hay Cadáveres


Era ver contra toda evidencia
Era callar contra todo silencio
Era manifestarse contra todo acto
Contra toda lambida era chupar
Hay Cadáveres


Era: "No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan 
         cuenta"
 
O: "No le vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a
 
         pecho"
Acaso: "No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta"
 
Aún: "Hoy asaltaron a una vaca"
 
"Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada
 
...y listo"
 
Hay Cadáveres


Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello 
Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas
 
Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo, como
 
una corbata se avizora, pinche de plata, así
 
Hay Cadáveres


En        el campo
En el campo
En la casa
En la caza
Ahí
Hay Cadáveres


En el decaer de esta escritura
En el borroneo de esas inscripciones
En el difuminar de estas leyendas
En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de la liga,
En ese puño elástico,
Hay Cadáveres


Decir "en" no es una maravilla? 
Una pretensión de centramiento?
 
Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward
 
muere al amanecer, y descompuesto de
 
El Túnel
 
Hay Cadáveres


Un área donde principales fosas?
Un loro donde aristas enjauladas?
Un pabellón de lolas pajareras?
Una pepa, trincada, en el cubismo
de superficie frívola...?


Hay Cadáveres

Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste 
         a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo
 
curzaba la calle, una viejita se cayó, por una biela, y los
 
carruajes que pasaban, con esos crepés tan anticuados (ya preciso,
te dije, de otro pantalón blanco), vos creés que se iban a
 
dedetener, Fernando? Imaginá…

Hay Cadáveres

Estamos hartas de esta reiteración, y llenas 
de esta reiteración estamos.
 
Las damiselas italianas
 
pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
Las ''modelos" –del partido polaco–
no encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en La Matanza!
 
Cholas baratas y envidiosas – cuya catinga no compite – en Quilmes!
Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda!
 
Barracas!
 
Hay Cadáveres


Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es
         colimba!
Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
Y la que paya, si callase!
La que bordona, arpona!
Ni a la vitrolera, que es botona!
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género "volante"!
NI
Hay Cadáveres


Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito !
Hay Cadáveres
Ejercicios
Campañas
Consorcios
Condominios
Contractus
Hay Cadáveres
Yermos o Luengos
Pozzis o Westerleys
Rouges o Sombras
Tablas o Pliegues
Hay Cadáveres


– Todo esto no viene así nomás 
– Por qué no?
 
– No me digas que los vas a contar
 
– No te parece?
 
– Cuándo te recibiste?
 
– Militaba?
 
– Hay Cadáveres?
Saliste Sola 
Con el Fresquito de la Noche
 
Cuando te Sorprendieron los Relámpagos
 
No Llevaste un Saquito
 
Y
 
Hay Cadáveres


Se entiende?
Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres


Yo soy aquél que ayer nomás...
Ella es la que…
Veíase el arpa...
En alfombrada sala...
Villegas o
Hay Cadáveres


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No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.
Respuesta: No hay cadáveres.